El teatro donde yo daba los conciertos también tenía poca gente y yo había invadido el silencio: yo lo veía agrandarse en la gran tapa negra del piano. Al silencio le gustaba escuchar música; oía hasta la última resonancia y después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus opiniones tardaban. Pero cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música; pasaba entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones.
Felisberto Hernández, “Nadie encendía las lámparas”, 1947.
He estado soñando justo con ese piano de gran tapa negra. ¿Quién está del otro lado?
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¿Serás vos? Abrazote.
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El que toca es muy bueno.
Igualmente, un abrazo.
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Me encantan esos silencios que ya son de confianza… y se deja sentir que pasan silenciosos y cómplices, suaves como la cola de ese gato.
Un abrazote querida Marta
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¡Que bonito querida Awilda! Gracias por leer. Abrazote.
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