. . . grandes ojos cubiertos de pestañas; a través de ellas observaba el mundo con asombro y picardía, tratando de entender los misterios de la infancia. No sabía que había sido atrapado por duendes con imaginación fecunda en travesuras que no lo abandonaban nunca y le soplan al oído con astucia hasta lograr que ejecutara sus actos, llegando a ser el sobresalto de cercanos y aledaños. Con los años se adivinaba en las huellas en su cara. Sigue leyendo
PABLO,
12 Martes Ago 2014
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